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El giro de la Unión Europea hacia Asia

El ascenso de Asia como la región determinante en el nuevo orden mundial es un hecho. La inestabilidad del sistema internacional y la creciente influencia económica, estratégica y política del continente asiático han obligado a Bruselas a tomarse en serio sus relaciones con el Lejano Oriente.

Los cambios en el escenario internacional dan una clara prioridad a Asia. Comprendiendo el 45% del crecimiento global y contando con dos de las principales potencias emergentes, India y China, el continente asiático es el motor de la economía mundial. Asia, como escenario fundamental de las disputas hegemónicas entre China y EE. UU., alberga también la cuestión geopolítica más importante del momento y su cambiante equilibrio de poder a nivel político, económico y militar está reestructurando el orden mundial al completo.

Económicamente, el mercado de bienes entre la Unión Europea y Asia ascendía en 2018 a 1,4 billones de euros y se espera que llegue a los 2,5 billones de dólares en 2025, lo que duplicaría el valor actual de las relaciones con EE. UU. Estratégicamente, Asia es el escenario de los tejemanejes entre su principal aliado político y económico, EE. UU., y China, su otro socio comercial fundamental, lo que sitúa a Europa en una encrucijada histórica. La presencia diplomática y militar de Moscú en la región —con quien la UE no termina de entenderse— también ha crecido considerablemente y con ella los intereses de Bruselas en Oriente. A nivel político, la crisis humanitaria de Myanmar y el programa nuclear de Corea del Norte son algunos de los acontecimientos que recuerdan que los desafíos a los valores y el sistema de gobernanza de la Unión Europea pueden ocurrir a miles de kilómetros de sus fronteras.

Cada vez más los cambios en la geopolítica y la economía internacional vinculan más estrechamente que nunca a estas dos regiones. Pero ¿cuál es el papel de Bruselas en el continente?, ¿tiene capacidad de jugar un papel activo en la geopolítica asiática y convertirse en un actor influyente?

Liberando el potencial económico

Desde principios de los 2000, la intensidad de las relaciones comerciales entre Asia y la Unión Europea no ha dejado de crecer. Solamente entre 2000 y 2006, el comercio con China creció un 150% y con India un 80%. En 2008, Asia ya era el socio comercial más importante de Bruselas con más del 30% del comercio total. A día de hoy, las relaciones interregionales entre Asia y la UE son más importantes que las de cualquiera de las dos regiones con EE. UU.

Uno de los motores de las relaciones económicas son los acuerdos comerciales y de inversión. Con ellos, los negociadores europeos han tenido una temporada ajetreada: desde 2016 se han concluido tratados con Japón, Singapur y Vietnam. Estos se suman a los ya existentes con países como Corea del Sur o Sri Lanka. Los resultados de estos acuerdos no son desdeñables: las exportaciones europeas a Corea han aumentado un 59%desde la entrada en vigor del pacto comercial bilateral en 2011. El tratado con Japón no es solamente el más amplio concluido hasta ahora por la UE, sino que convirtió las relaciones bilaterales en la zona de libre comercio más grandedel mundo, englobando un 30% del PIB mundial.

Aunque los tratados son una herramienta fundamental para promover una mayor cooperación en el ámbito comercial, la fragilidad del multilateralismo económico y el proteccionismo de EE. UU. son ahora los principales propulsores de las relaciones bilaterales entre Europa y Asia. Para la UE, la sacudida del brexit y la incertidumbre con respecto a las relaciones transatlánticas han propiciado una reorientación de sus intereses comerciales. Con Asia como motor de la economía global, los ojos de Europa se han posado sobre el Lejano Oriente. Por otro lado, la dependencia económica de muchos países asiáticos de China, la retirada de EE. UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP, por sus siglas en inglés) y la guerra comercial entre ambos gigantes han estimulado la búsqueda de alternativas comerciales por parte de algunos países asiáticos. La Unión, como principal bloque económico a nivel mundial, se ha convertido en una opción muy conveniente para las potencias asiáticas para diversificar dependencias económicas y estabilizar relaciones comerciales, y Bruselas no ha dejado pasar esta oportunidad.

Pese a sus diferencias sobre inversiones y acceso a mercados, la UE y China se han mostrado unidas para encontrar soluciones al proteccionismo de Trump. La firma del tratado con Japón se convirtió en un símbolo de resistencia y desacuerdo con las medidas estadounidenses. Ante el deterioro del sistema liberal internacional, las negociaciones con India, estancadas durante años, resucitaron en 2018, el mismo año que se lanzaron las negociaciones con Australia. Poniendo estos avances sobre el papel, la Reunión Asia-Europa (ASEM, por sus siglas en inglés) —la principal institución para la cooperación económica entre ambos continentes— cerró su cumbre el año pasado describiendo a Asia y Europa como “socios fundamentales” ante los desafíos actuales.

Cecilia Malmström, comisaria de Comercio en la Comisión Juncker, ha dejado claro que Bruselas está determinada a profundizar sus lazos con Asia. Hay negociaciones abiertas con Australia, Indonesia, Nueva Zelanda e India. El pacto comercial con Vietnam fue el primer acuerdo de ese calibre con un país asiático y se espera que sirva de referente para acelerar otros tratados similares.

Si estas relaciones siguen su camino, habrá mucho potencial por liberar en los próximos años. China, Japón, India y Corea del Sur —con quienes la UE mantiene relaciones comerciales sólidas— suman ya aproximadamente un cuarto del PIB mundial. Un pacto comercial con Indonesia estimularía los intercambios bilaterales 4 mil millones de dólares al año. El cierre de un acuerdo con otro gigante emergente, India, podría suponer un crecimiento del 2,2% del PIB europeo y la creación de 2,2 millones de empleos. Más a largo plazo, su integración con el sudeste asiático es especialmente prometedora, ya que podría abrir la puerta a un ambicioso pacto comercial entre los dos grandes bloques regionales: la UE y ASEAN. La UE es el principal inversor extranjero en ASEAN y su segundo socio comercial, únicamente por detrás de China. Al mismo tiempo, ASEAN es el tercer socio comercial de la UE, solo por detrás de China y EE. UU.

Sin embargo, existen bastantes diferencias y obstáculos que ambas partes tendrán que abordar si quieren mantener el multilateralismo económico y hacer frente a los desafíos comunes de manera conjunta. Las prácticas comerciales de China —principal socio comercial de la UE en la región— son la causa de cada vez más quebraderos de cabeza en Bruselas. La batalla de la UE contra el aceite de palma, un producto producido principalmente por Malasia e Indonesia, está enfriando las relaciones con ASEAN. Estratégicamente, la UE necesita un marco sólido para sus relaciones económicas, no solo con las grandes potencias, sino con la región al completo. Así pues, hay muchos países con los que Bruselas aún no ha empezado a negociar y las negociaciones con otros como Malasia, Indonesia, India y Filipinas han estado durante muchos años estancadas.

En resumen, la UE está bien posicionada para aprovechar las oportunidades del “siglo asiático”. Ahora bien, su capacidad de actuar de manera coherente, cohesionada y con efectividad en los próximos años será clave para determinar su lugar en el orden económico de esta dinámica región.

 

 

Europa y Asia: una relación estratégica

Acompañando a su estimulante dinamismo económico, Asia ha experimentado una agitación a nivel geopolítico con repercusiones poco alentadoras para la seguridad del continente. Además de tensiones étnicas y fronterizas, Asia alberga más disputas marítimas no resueltas que cualquier otra región en el mundo y ha experimentado un aumento del terrorismo y el crimen transnacional. En un momento de creciente conectividad e interdependencia económica, estos desafíos afectan también a la UE.

Consecuentemente, la Unión Europea ha redoblado su interés estratégico en el Lejano Oriente con una serie de directrices, estrategias y declaraciones que han ido dando forma a su papel en la región. En el último año la Comisión ha apostado por un aumento de presupuesto para la política exterior europea y lanzó una propuesta para una estrategia de conectividad entre Asia y Europa que define las relaciones interregionales como “de importancia mundial”. Sin embargo, sus esfuerzos por jugar un papel en la seguridad regional no se han tomado demasiado en serio. En general, la Unión ha sido desacreditada como un mero bloque económico sin demasiada capacidad o voluntad de actuar en Asia.

Es cierto que la UE no cumple con los requisitos tradicionales como actor de seguridad en el continente asiático. Geográficamente alejada de los desarrollos estratégicos de la región, Europa no tiene tampoco una presencia militar capaz de disuadir o influir en el comportamiento de los países de la zona. Sin embargo, a su manera, sin desplegar tropas ni formalizar alianzas militares, Bruselas ha jugado un papel crecientemente importante en la seguridad y estabilidad de Asia. La Unión tiene alianzas estratégicas con algunos de los poderes determinantes de la geopolítica asiática y ha sido capaz de influir directa o indirectamente en algunos de los desarrollos políticos de la región.

Con la integración y la diplomacia como seña de identidad, la UE ha apoyado procesos similares en Asia. Además de ser una de las fundadoras del Foro Regional de la ASEAN y parte del Tratado de Amistad y Cooperación en el Sudeste Asiático, la UE es el mayor donante de la Secretaría de la ASEAN. La Unión también ha respaldado iniciativas diplomáticas multilaterales con el objetivo de atajar algunos de los asuntos interestatales más peliagudos en la región. Por ejemplo, es miembro de la Organización para el Desarrollo de la Energía de la Península de Corea y ha apoyado firmemente la Iniciativa de Paz y Cooperación del Noreste de Asia y el Proceso de Construcción de Confianza en la Península de Corea. Esto se extiende a otras áreas como la seguridad marítima o los desafíos no tradicionales, en los que las experiencias de la UE han supuesto un valor añadido a los desarrollos políticos y estabilidad regionales.

En una región con un alto nivel de tensiones intercomunales y creciente desigualdad, la UE ha contribuido a la estabilidad de Asia asistiendo en las tareas de construcción del Estado en países como Camboya y Timor Leste, e intervenido o mediado en los procesos de paz de Indonesia, Filipinas, Nepal, Corea y Myanmar. Bruselas es, además, el principal proveedor de ayuda humanitaria en Asia.

Militarmente, su papel ha sido secundario, pero no inexistente. En 2018, la UE y China llevaron a cabo su primer ejercicio militar conjunto en Somalia, y Bruselas pretende estimular sus relaciones militares con otros países como India. Indirectamente, y más bien motivada por intereses comerciales, la UE ha jugado también un papel relativamente importante en el equilibrio de poder militar en la región. En Asia —el continente que bate el récord en importación de armas— alrededor del 20% del equipamiento militar procede de la Unión Europea. Esto ha sido particularmente relevante con respecto a algunos focos de tensión regional. En los últimos cinco años, más de la mitad de las importaciones del sudeste asiático provenían de la UE, influyendo notablemente en la volátil carrera armamentística del mar de la China Meridional. En un momento en el que el rearme de Pekín parece amenazar la estabilidad internacional, son precisamente cuatro países de la UE los proveedores de tecnología de doble uso, que puede emplearse tanto con fines civiles como militares.

En resumen, la UE no es un actor de seguridad tradicional en Asia, pero este es precisamente su punto fuerte: en una región marcada por rivalidades interestatales y conflictos étnicos, la neutralidad y falta de presencia militar sólida hace de la UE un actor externo menos amenazante que, por ejemplo, su contraparte estadounidense. De hecho, la Unión tiene un gran prestigio entre algunas de las potencias más influyentes de la región: más del 80% de la población india y china tienen una visión positiva de la UE. En 2017, Bruselas fue invitada a la Cumbre de Asia Oriental, en parte por suponer un modelo de estabilidad en un mundo cada vez más volátil.

La Unión Europea tiene la suficiente autoridad, peso diplomático e influencia económica como para posicionarse como actor de seguridad blando. La UE ya ha sido llamada a mediar en otras ocasiones y tiene el potencial para moderar las tensiones en algunos de los puntos calientes de la región como el mar de la China Meridional, Taiwán o con relación al programa nuclear de Corea del Norte. En un contexto de deterioro del multilateralismo y el sistema internacional basado en normas a nivel mundial, esto es más urgente que nunca.

Todavía está por ver hasta qué punto la UE es bienvenida como actor regional, pero, de momento, las proyecciones son positivas: varios países asiáticos han participado en la Operación Atalanta —de lucha contra la piratería en el Índico— liderada por Bruselas y han apoyado diplomáticamente a la Unión en asuntos como su condena de la anexión rusa de Crimea. Además, Japón hizo hincapié en el papel colaborativo que podrían adoptar algunos países europeos con el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad, y otros han dado la bienvenida a los apoyos europeos para la resolución pacífica de disputas en el mar de la China Meridional.

Por su parte, Bruselas tendrá que definir su misión conjunta en el continente y hacer uso de todos sus instrumentos de política exterior, incluyendo la exportación de armas, de manera congruente. En el Viejo Continente, el creciente interés de Francia —uno de los países europeos con más peso en el continente asiático— por jugar un papel más activo podría ser un motor interno para una mayor implicación de la Unión Europea en Asia.

Eurasia en el siglo asiático 

Los cambios en el sistema internacional nunca han favorecido tanto las relaciones interregionales. Hasta ahora la UE se ha posicionado económicamente como un socio esencial y, estratégicamente, como un actor neutral con activos de seguridad blanda, lo que aporta un valor añadido fundamental a la región. Si juega bien sus cartas, Bruselas puede tener un papel importante en los procesos de restructuración del orden internacional.

Para empezar, económicamente, la UE deberá definir una estrategia para la región más allá de las relaciones con las grandes potencias. La conclusión de varios acuerdos comerciales con países asiáticos ha dado impulso y dinamismo a las relaciones bilaterales y generado las condiciones para que Bruselas siga expandiendo sus lazos con Asia a través de acuerdos similares. Política y estratégicamente, los avances hacia una mayor integración de la política exterior y de seguridad de la UE ayudan a la creación de una misión y visión conjunta por parte de sus miembros, fundamental para sus relaciones con el exterior, incluido el Lejano Oriente. El uso de foros internacionales y el fortalecimiento de instituciones multilaterales como ASEM son necesarios para hacer más eficaz la colaboración interregional. La importancia para ambas partes de temas como la seguridad marítima, el crimen transnacional, el mantenimiento del libre comercio y el multilateralismo ofrecen a Asia y Europa oportunidades para estrechar sus lazos y preservar sus intereses comunes.

Tanto para Europa como para su contraparte asiática el éxito de las relaciones interregionales va más allá. Las dificultades económicas de la Eurozona, la crisis de los refugiados y el brexit redujeron la credibilidad de la Unión como proyecto político. Para la UE, sus relaciones con Asia ofrecen una oportunidad para repensar tanto su estrategia para la región como su papel como un actor global en un orden mundial crecientemente multipolar. Para ambas partes, una mayor cooperación ofrece la oportunidad de adaptarse al cambiante y volátil sistema internacional y hacer frente a desafíos comunes, así como de diversificar sus opciones comerciales y estratégicas.

Es un periodo de transformación clave para las relaciones entre Asia y Europa. Cómo se desenvuelvan dependerá de variables difíciles de predecir como la fortaleza de la integración de la UE, la posición de Washington o las disputas entre EE. UU. y China. Todavía habrá que esperar unos años para ver de qué manera se reconfigura el panorama internacional y qué puesto ocupa la UE en él.

Fuente: El Orden Mundial

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